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RESPALDOS IMPORTANTES
Saturday, November 26, 2005

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Sunday, September 11, 2005

CALAMA BRAVA



Por Alfonso Peró, Revista Capital
"La vida de estos nortinos gira en torno a Cobreloa, el mall, la mina y las 122 schoperías con meseras que atienden casi sin ropa. El contexto es más o menos el siguiente: autos con vidrios negros y luces fosforescentes, gente con anteojos traficando en las esquinas. Ferias artesas y almacenes. Un hospital sin UTI ni USI -que atiende al ciudadano común y corriente- y otro de lujo sólo para los trabajadores de Chuquicamata. El odio entre calameños y chuqueños es parido.Por Alfonso Peró
En las escuelas de periodismo te dan algunos consejos para entender rápidamente las claves de una ciudad que no conoces. Conversar con los taxistas, observar a los perros y, por supuesto, leer la prensa local. Válido o no, lo primero que hice fue hablar con la señora Paty, taxista desde hace un año. “¿Cómo están las cosas por acá?”, le pregunté. “Mira...el traslado de Chuqui nos ha traído puros problemas porque nos miran a huevo, son los cuicos de la región, tienen unos sueldazos y nosotros nos cagamos de hambre y tenemos que vivir con la delincuencia y el tráfico de drogas”. La rivalidad entre calameños y mineros se huele. De hecho, la gente que bajó de Chuqui le puso a su sector Nueva Calama como una manera de marginarse de los locales. Sus casas tienen TV cable, internet y viven en un barrio donde la delincuencia apenas se ve, pero unos metros más allá, la situación es distinta. Aparecen los negocios turbios, las prostitutas, el ruido y los locales nocturnos. Menos mal que el Plan Cuadrante empieza a funcionar en octubre.
Siguiendo los consejos académicos, compré algunos diarios locales. Extraños titulares. El Mercurio de Calama: “Alma de joven asesinada deambula por Chunchuri Alto”. Es un lugar al sur poniente de Calama. La noticia ha causado gran revuelo. Se trata del asesinato de una muchacha de 19 años, encontrada desnuda cerca de unas tuberías. Pero la historia no termina con la detención del asesino. La verdad es que ahí empieza otra noticia. Perros ladrando a medianoche, golpes en las ventanas... En palabras de una local, la cosa es simple: “Ella está pidiendo ayuda o justicia. Cuando le voy a dar comida a las gallinas, siento su presencia en mi espalda...incluso le ofrezco un cigarrito, lo enciendo y se lo dejo afirmado en algún palo”. Al día siguiente, aparece la siguiente nota: “Tarotista habla sobre el alma de Chunchuri” y en las páginas interiores, el especialista advierte: “ella no sabe que está muerta... ¿?” Para terminar con el espectáculo, otro titular: “El 90% de los perros vagos de Calama tiene dueño”. Qué ciudad. Aquí está la biblia de El día menos pensado de Carlos Pinto.
Triste pero cierto
La realidad es fuertona. Mucho perro vago. Mucho ladrido, gemidos y bravata. Este año se han suicidado 13 personas. Algunos se cuelgan de los arcos de fútbol. Investigaciones prevé que la situación se mantendrá así porque la vida en la ciudad no es para nada fácil. Todo lo contrario, hay efectos climáticos, estadísticas dolorosas y una sensación de frustración en el ciudadano común y corriente. La gente fuma mucha marihuana prensada, pitos de pasta base -marcianos les dicen acá-. No sólo eso, el 50% de las mujeres dice sufrir violencia intrafamiliar. Hay un delito sexual al día. También están los robos, especialmente de vehículos 4X4 que después cambian por droga en la frontera con Bolivia o Argentina. Este delito es el que la lleva por estos parajes desolados, secos y ventosos. El frío en la noche es insoportable. Fácilmente puede llegar a los –10°. Durante el día el calor es potente. Pero contra viento y marea, el tráfico es imparable porque la frontera es muy extensa -500 kilómetros con Bolivia-. Además, Calama, 200 mil habitantes, es un buen corredor entre Uruguay, Argentina, Chile y Perú. La movida la hacen los burreros, personas que cruzan el desierto, duermen escondidos entre rocas y transportan lo suyo. Esto trae consigo dos problemas: el 25% de la población es flotante y la consecuencia de esto, según cuentan en el hospital público, es que mucha gente no paga las prestaciones o simplemente no rinde cuentas luego de haber sido atendida. Ultimamente el puterío se ha salido de madre. Colombianas, argentinas y peruanas, principalmente. Las schoperías hace rato se transformaron en lugares donde pagas 15 lucas y te vas a un privado con una señorita. Incluso menores de edad.
Pero esta ciudad tiene algunas características tremendamente ejemplares. Para empezar, es un oasis que ha recibido con los brazos abiertos al inmigrante. Muchos, al igual que los locales, viven del comercio. Y se sacan la cresta y soportan con valor el frío, el calor y todas las adversidades. No les entran balas, son aperrados. Se levantan junto al sol y pasado el medio día cierran sus locales para compartir con la familia o echarse una sistecita para recuperarse. Las calles están desoladas, algunos peatones deambulando por ahí. Tipo cuatro la máquina retoma su ritmo. La ciudad abre los ojos. Los escolares comparten un helado o un jugo tropical. Caminan de la mano.
Calama murmura de día y grita de noche. Pareciera que Guayasamín expresó la ira calameña en su colección La era de la furia. Es una ciudad que funciona al ritmo del sol, pero más tarde al vaivén de la cumbia y al sudor de las bailarinas. Como si fuera un concierto de Mayumana o Stomp. “Pisss, quería pasta loco”, Choques de vasos, “salú”, “Ahaaaa” Peleas callejeras. Pandillas, patotas tomando licor en las esquinas. Miradas. Murmullos. “¡Fúmate uno!”
Penan los fantasmas
A las siete de la mañana me pasa a buscar un amigo para llevarme a Chuquicamata, la mina de cobre a tajo abierto más grande del mundo, ubicada a 18 kilómetros de Calama. Según el mito, fueron los indios chucos los que descubrieron las propiedades del cobre. Abundante metal estancado en pleno desierto de Atacama, gritando para que alguien aprovechara sus virtudes. De ellos proviene el nombre de la mina, que significa “punta de lanza” y también “límite de la tierra de los chucos”. Hay otro. En Chuqui había un dios muy venerado, tenía vírgenes alrededor, pero unos cuatreros las mataron y el dios agarró los corazones, los estrujó y de ahí sale el cobre. La mina está recibiendo este año utilidades extras como por 2.400 millones de dólares debido a los altos precios. El año pasado, los ingresos totales por las ventas de cobre y subproductos alcanzaron los 8.204 millones de dólares. La mina está a 2.870 metros de altura. En el camino observo a la gente saludando a las animitas. Muchos han muerto en el trayecto Calama-Chuqui. Es una recta aparentemente inofensiva pero por lo mismo tremendamente peligrosa. Hay todo un tema con lo místico porque el desierto es místico. Ojo: en los desiertos nacieron las grandes religiones. Estos parajes, a su modo, le dan rienda suelta a la imaginación, porque el calor te hace confundir la realidad con los espejismos, porque la altura hace que tu mente reciba menos oxígeno, porque estás más lento, piensas despacio.
Pero vamos al grano. ¿Cómo han sentido las denuncias de la senadora Evelyn Matthei? “Estamos viendo cómo pasa el tren lentamente frente a nosotros cargado de cobre, sin dejar nada por estos lados, como ignorándonos, como si no existiéramos, como si la vida para nosotros fuera fácil. Nos da rabia. No tenemos un hospital decente, el 30% de las calles no está pavimentada y para rematar, las que hay están en pésimas condiciones. Nos sentimos frustrados porque nos sacamos la cresta trabajando por el país y nada se queda en Calama”. Guardo silencio, la declaración fue de adentro, no sé qué decirle. Luego de conversar con distintos mineros, compruebo sus dichos.
Llego a Chuqui. Vidrios rotos, cercos, tiendas cerradas. Aproximadamente el 70% se ha ido a la Nueva Calama. Pueblo fantasma. En este lugar penan las ánimas, hay un silencio tremendo que se rompe con ráfagas de viento, con el ruido de los camiones cargados de cobre. Casas venidas a menos con carteles en sus murallas Advertencia: inmueble en proceso de desmantelamiento.
Entramos a la mina. Unos guardias miran de reojo. Menos mal que no nos pararon porque andaba con una máquina de fotos y para ocuparla hay que pedir permiso. Paso, la burocracia me revienta. Papeleos, trámites, dimes y diretes. Hay todo un tema con las buenas costumbres en esta mini ciudad. “Cuidemos nuestros jardines” (tres palos de un metro) “Gracias por usar equipo” “Adelante, por favor, gracias”. Monitos con caras felices. Para prevenir accidentes, Codelco cuenta con equipos especiales para cada trabajador, máscaras de oxígeno, cascos, anteojos, guantes, bototos especiales y para quienes barren o trabajan en las calles, chalecos fluorescentes para que ningún camión o camioneta pase por encima del pobre hombre. El rigor con que la estatal cuida a su gente es ejemplar.
Hay cuatro etapas antes de exportar el metal. La primera, la extracción, luego el material se va a la mina concentradora, para expurgarlo. Después está la fundición. Acá sale ánodo de cobre con un 99,6% de pureza y después la refinería donde se llega al 99,9%. De ahí a puerto y luego al resto del mundo. El principal mercado es Asia (43%), seguido por Europa (29%), Norteamérica (12%) y Sudamérica (16%), según datos de 2004. Pero con cero elaboración, sólo materia prima. Parece increíble que todavía no se le agregue valor al metal. Me cuentan que aunque suene estúpido, “importamos cables de cobre de Japón”. Así es la cosa.
Los mineros tienen humor. Todas las camionetas que deambulen por el hoyo de la mina tienen que llevar una antena con una luz de prevención arriba -les dicen Chapulín-. La idea es evitar accidentes. Uno dice que “a las schoperías en Calama tienes que entrar con Chapulín para que ningún camión pase encima tuyo”. Exageran un poco. Tan gordas no son las chiquillas, hay varias bonitas. Pero una talla es una talla.
Así son los mineros
Amables, sencillos, todas historias de sacrificios y también de beneficios. Codelco da leche y trata bien a sus trabajadores. Cuando este minero, que prefiere guardar su identidad, se casó tenía sólo una cama que más encima era de la señora. Ahora está próximo a cumplir 30 años trabajando en la mina y espera con ansias un reloj de oro. Ese es el trofeo por cumplir tres décadas. Vive junto a su familia en Nueva Calama. Su casa tiene 121 metros cuadrados. Todos sus hijos son estudiantes, uno de sicología, otra de diseño y la estatal les aporta casi un 50% del costo universitario, más o menos un millón 200 al año dependiendo de la carrera. Tienen acceso a una salud de lujo. De hecho, su señora tuvo una enfermedad grave y estuvo internada en la mejor clínica de Santiago durante dos meses; mandaron exámenes a Estados Unidos y todo corrió por cuenta de Codelco. Sus hijos estudian en Antofagasta y la empresa les regala cuatro pasajes al año a cada uno para que puedan visitar a sus padres en Calama. Estudiaron en un colegio especial para los trabajadores de la minera. Antes se iban de gira de estudios a Orlando, Miami o Cancún. Ahora el destino es Europa.
Nos sentamos en el living, sirven Kem Piña y Pap. Cuentan que no hay barrios con los distintos estratos sociales. “Acá está todo mezclado”. Les dicen los cuicos, también que tienen puros perros de raza -en la casa compruebo que eso es un mito, pues sólo veo a un par de quiltros-. Los molestan con que la construcción del mall fue sólo porque los de Chuqui bajaban. A una de las hijas le da vergüenza decir que vive en Nueva Calama, por eso, cuando la sacan a bailar en una disco, sólo señala que “soy de por ahí”.
Actualmente se está estudiando el impacto ambiental que tendrá la explotación de un nuevo yacimiento llamado Mansa Mina. Hay preocupación por parte de algunos lugareños entorno a dónde se botarán los residuos. Pero en Codelco afirman que eso no es ningún problema porque serán transportados a 6 kilómetros del lugar.
Un pueblo desolado, con pocas perspectivas, con excesos nocturnos. Personas que soportan el calor del día y el frío de la noche. Temperaturas extremas. Gente humilde, trabajadora, pero no todos. Hay una manga de gente turbia que no deja vivir tranquilos a los ciudadanos esforzados. Ojalá puedan doblarle la mano a esos males que conviven en la puerta del lado, en la casa de enfrente, en el local de la próxima esquina. Ojalá... "

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